La ciudad de Chillán quedó emplazada en su actual sitio, a raíz del terremoto que en 1835 destruyó el antiguo poblado que se ubicaba en el Chillán Viejo de hoy. En junio de 1858 se conmemoraba el 278 Aniversario de la histórica fundación hecha por Martín Ruiz de Gamboa, y como una medida de mayor ordenamiento de la restauración que se estaba consolidando, el alcalde de entonces, José Marcelino Dañin, estableció que las alamedas que se estaban formando en las plazas chillanejas, se hicieran sólo en los paseos de San Francisco y Yungay (hoy plazas Pedro Lagos y La Victoria). La Plaza de Armas quedaría libre para que el Batallón Cívico realizara sus ejercicios, e igualmente la Plaza de La Merced (hoy Plaza Sargento Aldea o Plaza del Mercado), para que allí se ubicaran las carretas que llegaban de la montaña.
La medida sería definitiva, porque la antigua Feria de Productos que funcionaba sólo los días sábados, quedaría para siempre en este lugar, transformándose con el pasar del tiempo en lo que es hoy, un patrimonio de las tradiciones chilenas.
Sobre la historia de la Plaza Sargento Aldea se ha escrito mucho. Esta vez rescato las auténticas observaciones hechas por Félix Leaman de la Hoz, autor de la Historia Urbana de Chillán entre 1835 y 1900, y Antonio Acevedo Hernández, uno de los propulsores del teatro costumbrista y social de Chile, y autor de incontables versos, dramas, novelas, artículos periodísticos, vaciados en más de 30 libros.
Si bien la Plaza la Sargento Aldea y la Feria de Productos se unen en un desino común en 1858, su razón de ser encuentra sus orígenes unos 30 años antes, con ocasión de la intensa actividad militar, que vivió en esta zona después de la Batalla de Maipú, en la denominada "Guerra a Muerte".
Aquí el cuartel general de las operaciones del Ejército combatió a las montoneras realistas de Vicente Benavides, y más tarde a los Hermanos Pincheira.
En la ciudad hubo demanda de productos para el abastecimiento del ejército. Los campesinos traían sus producciones. Con el correr del tiempo se agregó la venta de leña, madera, carbón y de otros productos. Los montañeses a su vez adquirían artículos domésticos y para la alimentación.
Ya instalada la ciudad en su actual emplazamiento, la feria de productos que se realizaba los días sábado. Inicialmente funcionó frente al edificio que ocupaba la Recova, que quedaba ubicada cerca de la Plaza de Armas, en la que habían pequeños almacenes y locales de abasteros. Las carretas llegaban a las calles adyacentes.
La Municipalidad, el 30 de septiembre de 1852, dispuso el traslado de la recova a dos sitios que poseía en el costado norte de la plaza de La Merced, buscando con ello, además, facilitar el poblamiento de numerosos sitios vacíos que habían hacia el sector sur-oriente d e la ciudad.
La construcción de la nueva recova comenzó el año 1858, y como ya se ha indicado, en el mes de Junio de este mismo año, la Municipalidad, estableció la medida de ubicar las carretas que llegaban del campo en la aludida Plaza.
Chillán era una de las plazas comerciales de más importancia al sur del Maule, y la feria jugaba un decisivo papel. Ordinariamente no baja de 400 y llegaba a veces a 2.000 el número de carretas cargadas que entraban el día sábado.
En 1868, la Municipalidad amplió el local de la recova y en 1877, acordó construir "Toldos" en la Plaza de La Merced.
Antonio Acevedo Hernández decía que nada hay en el país que luzca un carácter más singular que la feria de Chillán.
En el costado del sur, en la antigua calle Talcahuano, hoy Arturo Prat, se colocaban las minúsculas carretitas montañesas; en la parte oriente, la que ra cal,e O'Higgins, hoy Isabel Riquelme, se vendía los muebles y otras artesanías. En las diagonales, que no teníen árboles, se situaban las vendedoras al menudeo o al detalle. Frente al Mercado estaban los tendales de causeos, las flores y otras mil cosas.
El nombre de La Meced, la Plaza lo tomba del templo monumental que estaba en calle O'Higgins, al oriente.
Frente a la Plaza, al lado norte en la recova también había puestos que eran permanentes: de zapatos, comidas, carnicerías, verduras y las famosas longanizas de Chillán. En las puertas se estacionaban las vendedoras de plantas, las que ofrecían ropas de mujer, frazadas de lana de muy buena calidad y cubrecamas bordados.
"Mientras Chillán tenga su Feria, y Andacollo su fiestas de la Virgen del Rosario, Chile tendrá algo pintoresco que le pertenecerá por entero", escribió Antonio Acevedo Hernández en su obra "Retablo Pintoresco de Chile".
Por su parte, el profesor y escritor Ernesto Vásquez Méndez, Premio Municipal de Arte de Chillán 1985, en su obra "El Mercado de Chillán" comentó: "No todas las ciudades ofrecen al visitante espectáculos vernaculares de la índole chillaneja, de estos que comunican al espectador el sabor, la gracia y el alma de una comunidad, traduciendo lo que ella crea y produce, lo que siente y vive, lo que gusta y lo que desestima. Es el caso del Mercado de Chillán, centro ya consagrado como indispensable para adentrarse en un mundo de bullente actividad, emporio del folclore regional en donde florece, para deleite de los ojos, la agreste variedad de las formas surgidas de ágiles manos creadores. Todo un mundo de atrayente colorido. "